La estación de Cheimón
cierra el mar
a las ligeras naves de brea.
En el horizonte
Venus posa
con un ramo de mirto
sobre las olas
con las mejillas vueltas
hacia mi baranda.
Rendida caigo
bajo el dintel
de mi puerta.
No volverán los hombres
que surcaron los mares
en raudos bajeles.
Oscuro velo
levanta la niebla
en los muelles.
Yo, ignorando a la muerte,
busco el horizonte
por si vuelven.
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