Ensangrentada está la dorada arena.
¡Oh, hijos amados del Sahara,
comed el fruto dulce de la palmera
para alimentar vuestros cuerpos,
saciad la sed con leche de cabra,
llevaos el aroma de la pimienta
para calmar la nostalgia.
y perfumad las túnicas claras
con las verdes hojas de la menta,
para rastrear en el desierto inexplorado
el transitar de vuestras huellas!
La arena de sangre está regada,
cubierta de muerte la estela de luz
que siguen las camellas
hasta la orilla de los océanos.
Los pozos de los oasis se han secado.
Cantan el dolor del exilio
las dunas y los cuervos.
El sioroco acerca a la jaima
gritos y lamentos.
Quiero reconocer en cada eco
la voz que clama libertad
y persigue la cuna añorada de la infancia.
¿Por qué la arena está ensangrentada?
¡Oh, hijos amados del Sahara,
en cada grano de arena renace vuestra patria!
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