Ella anhelaba
ir junto al mar.
Entre ladrillos
y frío metal
era improbable
poder soñar.
Ella pedía olas de plata
y blandas arenas que besar,
quería una luna nacarada
y oír a las gaviotas graznar.
Hastiada de soledades,
saciada de vacíos,
se descalzó, liberándose
de sus altos tacones
y desató el lazo
de sus trenzas.
Emprendió su ruta
bajo las estrellas
sobre las ligeras alas del viento.
- ¡Corramos! - dijo la primavera.
Ya huele el aire a salitre,
ya se oyen las olas estallar,
ya el añil del cielo
se fusiona
con el turquesa del mar.
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