El conjunto de hechos sociales y acciones humanas con las que hemos ido dominando poco a poco el mundo donde estamos inmersos es lo que llamamos cultura.
Al principio, la cultura surgía del pueblo, cantando y bailando al aire libre o dibujando en las cavernas como un proceder para dominar las fuerzas de la naturaleza; después, las clases dominantes se adueñaron de la cultura, separando a la gente que hace de la gente que mira.
El síntoma más evidente de nuestro tiempo es, por un lado, la dificultad de comunicarnos, y, por otro, el conformismo ante una sociedad en la que todo se nos da hecho. En el aislamiento y acomodación nos movemos hacia el individualismo y la competitividad, atados por nuestras carencias, miedos y presiones sociales.
La gran mayoría somos consumidores culturales pasivos y no agentes de una cultura viva que promueva la participación, la solidaridad, la búsqueda de nuevas fórmulas de expresión, la libre iniciativa… para transformar la cotidianidad y asumir el protagonismo de nuestras vidas.
Nos conformamos con un modelo cultural en el que el producto es elaborado por una élite mientras el pueblo permanece pasivo. Es una política cultural desde la cúspide. Otra forma POSIBLE Y NECESARIA es la cultura desde la base, a través de la participación, la creación, la libre expresión y el ENCUENTRO, para que desde la libertad, la responsabilidad y la autonomía, cada individuo, cada grupo o pueblo pueda CRECER.
Ambos estilos culturales pueden complementarse. Nunca podemos olvidar la base. Son necesarias una formación e información sobre las diferentes manifestaciones artísticas y culturales del momento, pero además hemos de propiciar y valorar la creación.
Son necesarios los espacios donde el pueblo manifieste, cree, e intercambie cultura. No basta con crear; cuando uno crea siente la imperante necesidad de compartir, de dar a conocer, de sacar a la luz la obra.
Al principio, la cultura surgía del pueblo, cantando y bailando al aire libre o dibujando en las cavernas como un proceder para dominar las fuerzas de la naturaleza; después, las clases dominantes se adueñaron de la cultura, separando a la gente que hace de la gente que mira.
El síntoma más evidente de nuestro tiempo es, por un lado, la dificultad de comunicarnos, y, por otro, el conformismo ante una sociedad en la que todo se nos da hecho. En el aislamiento y acomodación nos movemos hacia el individualismo y la competitividad, atados por nuestras carencias, miedos y presiones sociales.
La gran mayoría somos consumidores culturales pasivos y no agentes de una cultura viva que promueva la participación, la solidaridad, la búsqueda de nuevas fórmulas de expresión, la libre iniciativa… para transformar la cotidianidad y asumir el protagonismo de nuestras vidas.
Nos conformamos con un modelo cultural en el que el producto es elaborado por una élite mientras el pueblo permanece pasivo. Es una política cultural desde la cúspide. Otra forma POSIBLE Y NECESARIA es la cultura desde la base, a través de la participación, la creación, la libre expresión y el ENCUENTRO, para que desde la libertad, la responsabilidad y la autonomía, cada individuo, cada grupo o pueblo pueda CRECER.
Ambos estilos culturales pueden complementarse. Nunca podemos olvidar la base. Son necesarias una formación e información sobre las diferentes manifestaciones artísticas y culturales del momento, pero además hemos de propiciar y valorar la creación.
Son necesarios los espacios donde el pueblo manifieste, cree, e intercambie cultura. No basta con crear; cuando uno crea siente la imperante necesidad de compartir, de dar a conocer, de sacar a la luz la obra.