Retorno
para celebrar entre los míos,
en el campo de refugiados
de Rafah,
el día sagrado.
Cobijado en mi chilaba,
en el oscuro Túnez de Erez,
aguardo el paso de las horas
para salir a Gaza
desde el trabajo en Tel Avid.
En un gran clamor
el interminable túnel cruzo
con el salvoconducto en la mano,
pálido y temeroso
ante cualquier conspiración
o adversidad.
Sólo un día en Rafah,
con mujeres e hijos,
sólo un día para comer
cuscús caliente
en un cuenco de barro,
sólo un día para besar tus labios,
para empapar mi sudor
con tu húmedo
fuego
y beber las lágrimas
de tus ojos empañados
por el dolor de la ausencia.
Sólo durante el Shabbat
retorno a casa
para celebrar el día sagrado.
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